9/2/09

1995 EL ESPEJISMO DE UN RELEVO

Desde Julio de 1983, fecha en que Diego Márquez Horrillo fuera elegido, con el 45% de los votos, Jefe Nacional de FE de las JONS tras la dimisión de su antecesor Raimundo Fernández-Cuesta, la deriva de la organización la había conducido a una situación rocambolesca.

Apoyándose en las distintas corrientes internas, fundamentalmente “renovadoras” y “reaccionarias”, dando preeminencia a una u otra según las circunstancias, Márquez no solo no imprimió una línea estratégica clara, sino que ideológicamente, Falange era un galimatías indescifrable hasta para sus propios militantes.

Tras 12 años de jefatura ininterrumpida, Márquez tenía en su haber la destrucción de las secciones juveniles de partido (FFJJE y JJFF), la desaparición del SEU, la hostilidad de la Vieja Guardia y la insubordinación de las pocas delegaciones provinciales que permanecen activas... la situación llega hasta el extremo de que, en abierta rebeldía, los afiliados madrileños expulsan de su despacho al Jefe Nacional, teniendo este que atender durante meses las escasas visitas que recibía en una cafetería próxima a la sede del partido.

Sin embargo, el ostracismo de Márquez se atenuó notablemente al inscribirse en el partido un pequeño pero compacto grupo de proveniente de los distintos sectores de la “diáspora azul” que parecían despertar el consenso de la militancia, constituyendo una esperanza para reconducir la situación hacia la reconstrucción de la Falange.

Márquez recupera su despacho —entre la indiferencia de los falangistas madrileños que prefieren ignorarle civilizadamente— y nombra a los nuevos afiliados “vicesecretarios” (figura inexistente en los estatutos y organigrama del partido).

Los recién incorporados, capitaneados por Gustavo Morales, se ponen a trabajar frenéticamente, organizando actos públicos y estableciendo una intensa campaña de comunicación interna a través del boletín En Marcha y la proliferación de circulares y envíos de propaganda a las delegaciones del partido. Por primera vez en años, comienzan a producirse afiliaciones.

El activismo callejero y la espectacularidad alcanzadas por el recién creado Sindicato de Enseñanzas Medias contribuyen a la movilización de la militancia juvenil que ve un espacio en el que desarrollar su compromiso militante más allá de trasnochadas exhibiciones paramilitares.

El verano de 1994, en el campamento Loma Riviellas de Asturias se organiza el I CAS (Curso Alejandro Salazar) que logra atraer afiliados de todas las regiones, encontrándose con un panorama inaudito hasta entonces; no se habla de Franco ni de la Guerra Civil o de la II República. Se discute sobre estrategia y táctica políticas, de agitación, de movimiento estudiantil, de medios de comunicación social, de técnicas de oratoria, de organización y contabilidad. Como contraste, una fugaz visita de Márquez a los acampados es aprovechada por éste para reivindicar su puesto al frente de la jefatura “porque así lo habían querido los afiliados” en un discurso idéntico al que entonces se escuchaba al socialista Felipe González asediado por los casos de corrupción que le costarían la Presidencia del Gobierno y la Secretaría General del PSOE.

Tras el paréntesis veraniego se elaboran unos nuevos Estatutos —seguían vigentes hasta entonces los caudillistas de ¡FET! con la excusa de que cualquier cambio en el Registro de Partidos Políticos exigiría el acatamiento de la Constitución de 1978—. La principal modificación de los nuevos estatutos (aprobados por el Consejo Nacional en noviembre de ese mismo año) supuso la consideración de la Jefatura Nacional como un organismo colegiado y el reparto de áreas de trabajo entre Secretarías Nacionales.

El congreso del relevo

La convocatoria de Congreso Nacional en julio de 1995 supone el último y desesperado intento de Márquez por salir reelegido. Forzado a presentar un equipo acude a viejos amigos a quienes promete “no tener que hacer nada más que pasar el trámite de la elección”.

Desesperadamente el Subjefe Nacional (otro cargo que tampoco existía en los Estatutos ni organigrama) Luis Martínez de Eguilaz, inicia una ronda de llamadas telefónicas a los compromisarios intoxicando sobre la figura de Morales a quien acusa, entre otras perlas, de “trabajar para una embajada extranjera” (era funcionario en la oficina de prensa de la embajada de Irán, como todos sabían).

La anárquica situación de la Jefatura Nacional contribuye a enmarañar el ambiente al intentar Márquez falsear los censos de militantes para infiltrar en el Congreso compromisarios afines; sin embargo la política de organización y comunicación interna de Morales había conseguido hacer una radiografía más o menos exacta de la situación del Partido. Ante la inexistencia de un registro de afiliados o de cuentas claras, la distribución de los boletines (se exigía a las delegaciones provinciales adquirir 5 revistas por cada militante), la renovación de los carnés de afiliados y un tímido control sobre la recaudación de cuotas desveló la presencia de extraños introducidos fraudulentamente en la Asamblea.

También fracasaron los intentos de Márquez de impedir el paso a algunos compromisarios con derecho a voz y voto, como los cargos electos, que al grito de “¡¡Faltan nuestros concejales!!” fueron introducidos a trompicones por los militantes madrileños, logrando ocupar sus sitios a pesar de la amenaza de Márquez de suspender el Congreso, cuestión que rechazó la Mesa del mismo al constatar que la razón estaba de parte de los ediles falangistas.

No pudo sin embargo asistir el SEU, organización entonces en fase de reconstrucción, que se conformó con desplegar una pancarta denunciando su exclusión del Congreso.

El primer punto del orden del día del Congreso era la aprobación del acta del Consejo Nacional anterior, dando un resultado la votación aparentemente favorable a Márquez que intentó presentar el rechazo al acta como una reprobación de los nuevos Estatutos, sin embargo este aspecto fue aclarado por Manuel Pereira, Jefe Provincial de Guadalajara, que aclaró en alta voz que su voto contra la aprobación de las actas del Consejo era para evitar que Márquez pudiera hipotecar las sedes que eméritos militantes habían adquirido con sus propios medios, como al parecer allí se había “colado”.

Seguía transcurriendo el Congreso evidenciando las tretas de Márquez, su falta de liderazgo y su nula capacidad para asumir la dirección del partido; mientras los miembros del equipo de Morales desgranaban su programa, presentado en un dossier repartido a los compromisarios, los supuestos secretarios de Diego se encogían de hombros cuando se les inquiría sobre sus proyectos... Se habían presentado a votar con la intención de volverse rápidamente a sus casas y no esperaban que nadie les fuera a preguntar cómo pensaban cumplir su cometido.

Tal fue el bochorno que se iba acumulando que uno de los miembros de candidatura de Márquez tomó la palabra para anunciar que abandonaba aquella pantomima, aclarando que su interés estaba en trabajar para la Falange y no ser un nombre de una lista-florero en la que no se esperaba que hiciese nada.

Llegó así el acto final de la farsa; visiblemente alterado ante la anulación de su candidatura al quedar incompleta, Márquez pretende asumir él mismo el puesto abandonado por su propio candidato, pretensión que provoca la hilaridad de los asistentes que confirman que la única candidatura válida es la de Morales lo cual lo convierte automáticamente en Jefe Nacional.

Abandonan aquel grotesco teatrillo los falangistas, dejando a Márquez con sus amigos y familiares el cual decide continuar un Congreso ya clausurado, esta vez sin obstáculos a sus más que irregulares procedimientos.

Ya en la sede de la Cuesta de Santo Domingo, los falangistas acceden al despacho de la Jefatura Nacional, encontrándose un espectáculo digno de un síndrome de Diógenes: basura acumulada, restos de comida, colillas en ceniceros mugrientos, papeles por los suelos, desorden... desidia. Rápidamente es izada en el balcón una bandera rojinegra limpia y nueva que sustituye a un paño descolorido y ajado que perezosamente se mecía al viento.

Morales improvisa un emotivo discurso en un salón de actos abarrotado en el que anuncia la llegada de la “Republica de los Camaradas”. Entre abrazos y lágrimas de alegría se acababa una etapa de desidia, indolencia y autoritarismo. Todos creían llegada la hora de los falangistas. Todos creían que había llegado el anhelado relevo.

Cristina Pérez, y Txuspan

2 comentarios:

  1. «Mientras los miembros del equipo de Morales desgranaban su programa (...) los supuestos secretarios de Diego se encogían de hombros cuando se les inquiría sobre sus proyectos... Se habían presentado a votar con la intención de volverse rápidamente a sus casas y no esperaban que nadie les fuera a preguntar cómo pensaban cumplir su cometido.
    (...) uno de los miembros de candidatura de Márquez tomó la palabra para anunciar que abandonaba aquella pantomima, aclarando que su interés estaba en trabajar para la Falange y no ser un nombre de una lista-florero en la que no se esperaba que hiciese nada»

    Formulemos la gran pregunta, en especial a todos aquellos que ‘están’ o se ‘sienten’ falangistas ¿Acaso les importa que la Falange funcione? Reco­noz­camos que lo primero que ha encontrado siempre cualquier afiliado embarcado en la Falange era con una tripulación amante de lucir el uniforme de marinero, adoradora de los colores de las banderas de señales y encantada con el sonido del silbato.
    A poco que viera, se daba cuenta que buena parte de la tripulación ‘azul’ se había enrolado en ese barco no para navegar con él, sino para lucir por la cubierta el traje de marinerito y recordar viejas canciones marineras.
    Así pues, si la nave de Falange deja de navegar ¿Acaso les ha im­portado a todos los que han confundido el "ser" con el "estar" y han identifi­cado "sentirse" falangista con "gustarse de azul"?

    Ahora formulemos otra pregunta de mayor calado ¿Para qué ha existido o para que ha servido la Falange?
    Una primera res­puesta nos aparece: para los 'azules', la Falange ha existido y servido como bodega donde colocarse y cantar juntos el «ni es blanca, ni tinta ni tiene color (traducción del famoso ‘no es ni de derechas ni de izquierdas’)».
    Todos esos que "estaban" y se "sentían" falangistas jamás se embarcaron para poder navegar, sino para pasear por la plaza y el recreo en lo "azul": por consi­guiente, lo más natural y lo más lógico ha sido que estos individuos hayan estado boicoteando a los que sí veían en la Falange un medio de navegación, es decir, una organización para formarse y competir políticamente.

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  2. Cainismo falangista en estado puro, y es que el cancer de Falange Española han sido sus militantes.

    ¿El resultado? 5 o 6 siglas Falangistas. Pero claro, la culpa es de fulano, o de mengano.

    En fin... eso es lo mas dulce que puede pasarle a Falange... un fin.

    Fdo. Un desengañado que sigue amando a España.

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